Nuestra historia

De la capital a los recónditos parajes del sur de Chile.

Impulsados con la idea aportar un granito de arena a nuestro planeta llegamos a vivir a Liumalla, para iniciar un negocio familiar y sostenible, que tenía por objetivo montar un apiario que nos permitiese cosechar miel para su comercialización y a la vez contribuir con la polinización de los bosques nativos que aún destacan en las faldas del volcán Villarica y la protección de las abejas.

Nuestra primera cosecha fue todo un éxito, pero no en términos de cantidad sino de calidad de la miel. Ochenta kilos de oro dulce que fueron suficientes para que todos nuestros primeros clientes quisieran volver.

Para las próximas temporadas apostábamos redoblar la cantidad pero las adversidades climáticas, la sequía, la erupción de los volcanes, la invasión de las chaquetas amarillas, acabaron con gran parte de nuestras colmenas y tuvimos que empezar prácticamente de cero. Una y otra vez, pero nada nos desmotivaba porque nuestro objetivo era ¡Salvar a las abejas!

Además ya teníamos la certeza de que nuestra miel dadas las condiciones de floración de la zona era suprema.

Y fue ese impulso dulce y amoroso que nos permitió estar aquí varios años después contando nuestra historia, con este proyecto que elabora miel real, sin tratar, sin pasar por procesos de calor; sin aditivos, ni tonterías que destruyan sus propiedades nutricionales. Donde las productoras son nuestras abejas obreras, las que reciben gran atención de parte de nuestra familia de apicultores, quien también se encarga de la cosecha y envasado. Siendo los únicos intermediarios en un proceso artesanal que comercializa la miel de forma pura y natural.

Con Mi vida en Liumalla, no solo se estarán deleitando con su delicioso sabor, sino además estarán ayudando a proteger y salvar la población de las abejas vulnerables de Chile y el mundo entero.

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